Quería empezar este blog dedicado a temas de Patrimonio de una manera ordenada, abordando en primer lugar las cuestiones generales relacionadas con los conceptos y la normativa, para posteriormente ir profundizando en los distintos aspectos que conforman esta materia tan compleja. Pero no he podido resistir a estrenarme con un tema, que sería bastante ridículo si no tuviera unas connotaciones muy delicadas en relación con nuestro Patrimonio Arqueológico.

El desvarío comienza

El desvarío comienza

Durante este último año nos hemos visto sacudidos por el ruido social  suscitado ante los supuestos hallazgos en cadena de varios centenares de momias y de miles de pieles escritas en tres lenguas diferentes, traducidas a la misma velocidad con la que se despacha el que lee la crónica de un Madrid-Barça en el Marca. A ello se suma el descubrimiento de cuevas de sacerdotisas, otras destinadas a escuela, miles de objetos de madera, barro y bronce, regados por cavidades en todas las islas, momias en cada esquina de barranco, lapas de 2 m de diámetro usadas como barcas, lagartos gigantescos con cuernos, huevos de Velociraptor, vestigios de otros bichos del Terciario empleados como bestias de carga, un túnel volcánico de 40 km de longitud que conecta el norte con el sur, diamantes sepultados mediante una explosión controlada, cucarachas cavernícolas de color azul fosforescente, semillas del Pleistoceno que germinan, un pozo subterráneo de cientos de metros de profundidad, y toda una serie de ocurrencias disparatadas que se extienden al conjunto del Archipiélago.

Este dislate global está orquestado por una lugareña inclasificable, que se ha rodeado de un grupo de investigadores, que prospectan y descubren las cosas ¡¡de noche!! (para que no los vean), junto con avezados filólogos que han recuperado, entre canuto y canuto, la antigua lengua aborigen. Bajo el paraguas financiero de unos “avalistas” (curiosa forma de llamar a un patrocinador, en todo caso), que se gastan las perras de forma altruista, sin otro fin que el de poner patas arriba nuestra historia, estos adelantados de la ciencia han efectuado el mayor descubrimiento de la historia de la Arqueología mundial, para mayor gloria y exaltación de su artífice y vocera, así como de su tropa de 25 acólitos, sin otra función conocida que la de adular y mostrar sumisión a su jefa a través del Facebook. En un alarde de yihadismo informático, todo el que no le hace la pelota lo suficiente es decapitado ipso facto.

El eco del disparate contribuye a engordar la bestia

El eco del disparate contribuye a engordar la bestia

Con la misma sinrazón con la que muchos siguen los rebuznos de la Esteban en la tele, uno tiene la curiosidad morbosa de saber qué se esconde detrás de este club de frikigachumbas. Para mí, que se trata de un vacile generalizado de la colega, cabreada porque los canallas de Medio Ambiente le querían encasquetar una multa por meter todo tipo de plantas exóticas en una Reserva Natural, o por “adornar” una fuente antigua con la magada de la vallita de Leroy Merlin.

Sin embargo, se ha ido envalentonando por el éxito de su historia y la progresión desorbitada de amigos y seguidores, de manera que lo que empezó siendo una pataleta de despechada, ha concluido en una gran quedada con el personal, metiéndose en un fanguero, del que sólo ha sabido salir mediante la hábil maniobra de hacerse la tonta y dejar al paisano pasmado y sin “multitudinaria rueda de prensa”. Ahora sigue, entre ladrillos que no hay quien lea, paseítos domingueros con su troupe de monaguillos que le quedan y jincándose unas jartadas de platos típicos de la tierra, que no van a poder ni entrar en la cueva.

Un Museo poco visitado

Un Museo poco visitado

Ahora mismo este grupito está cometiendo una infracción flagrante de la Ley de Patrimonio al dedicarse a prospectar, esto es, a buscar yacimientos sin estar autorizado y, encima, haciéndolo público, con indicios, incluso, de estar removiendo los materiales arqueológicos.

Lo cierto es que la cosa ha perdido fuelle y se va diluyendo cada vez más, por mucho que anuncie nuevos hallazgos, hable de grabados donde no hay nada, los traduzca y se invente nombres de supuestas sacerdotisas guanches, como Tontalhaba, Jartagrifa o Muchajeta. Ahora mismo este grupito está cometiendo una infracción flagrante de la Ley de Patrimonio al dedicarse a prospectar, esto es, a buscar yacimientos sin estar autorizado y, encima, haciéndolo público, con indicios, incluso, de estar removiendo los materiales arqueológicos. Muchos de los colaboradores se han asustado o se han dado cuenta del engaño y han salido pitando; y se está tardando en meterle mano al asunto.

Intentando buscar una explicación

Pero hete aquí el meollo de la cuestión. Casi todo el mundo conoce la historia de la mujer del sur y sus secuaces; un montón de gente pregunta por las momias, salen noticias en la prensa, y existe la sensación de que se ha despertado un interés extraordinario por unos hallazgos de los que no se presenta prueba alguna, en un acto de fe insólito en el ámbito científico.

Si el asunto se hubiera limitado a crear un chat de amiguetes, la cosa no tendría mayor trascendencia. Pero lo grave ocurre desde el momento en que esta insensata se ha dedicado a jalear a todo el que sea capaz de calzarse unas botas de senderista para que salga a buscar yacimientos por ese sur. Imagínense… una horda desbocada de prospectores clandestinos, sin formación, hurgando en cuevas, recogiendo y alterando materiales arqueológicos, al margen de cualquier tipo de control y, por supuesto, de lo que dice la ley al respecto.

Funesto horizonte para un patrimonio arqueológico, ya de por sí muy machacado y que ha sufrido un expolio secular en el que el paisanaje ha tenido mucho que ver. En vez de la típica bailaora andaluza o el botijo en miniatura recuerdo de Benidorm, aquí lo que se ha estilado es colocar encima de la tele (antes… ahora con los plasmas es más complicado) el cráneo de Añaterve, el fémur de Guacimara, el medio gánigo que desenterró de una cueva o un puñado de lapas y tabonas que se llevó “porque estaban allí de casualidad”. Y ésta, cantándole riqui-racas a todo el que asoma el hocico en su historia para que busque, compare y lo que esté repetido se lo lleve pa la casa.

La única conclusión positiva de esta historieta quizá sea la evidencia de que lo guanche y el patrimonio arqueológico constituyen un atractivo para nuestra gente. Las noticias sobre hallazgos –reales o ficticios- son las más leídas en los medios locales y se intuye que la materia nos llega, que queremos aprender más y que nos encorajina enormemente el expolio y la destrucción de los vestigios de nuestros antepasados.

Las momias siempre han generado un exceso de fascinación

Y aquí es donde quería llegar. ¿De verdad que alguien puede pensar que las barbaridades expuestas tienen algún fundamento?, ¿cómo es posible que, después de la experiencia que ya tuvimos en Güímar a mediados de los 90 con Emiliano Bethencourt y su famosa y nunca vista Cueva de los Menceyes o de las Mil Momias –o como quiera que se quisiera llamar-, alguien se pueda tragar esta sarta de sandeces? Gente seria, con formación, incluso algunos vinculados al mundo de la Arqueología y el Patrimonio, que llegaron a creer que ésta señora había descubierto algo distinto a una lata de sardinas tirada al barranco por un cazador poco amante del medio ambiente.

La única conclusión positiva de esta historieta quizá sea la evidencia de que lo guanche y el patrimonio arqueológico constituyen un atractivo para nuestra gente.

Algunos la siguieron, dicen, por si hubiera un mínimo de verdad: una cueva de las normalitas con restos humanos, y la excusa de controlar el hallazgo y evitar su expolio. En realidad, huele más al oportunismo de aparecer como coautor de un hallazgo singular y de estar ahí en el momento en que la cosa se hiciese pública. En cualquier caso, me sigue pareciendo incomprensible: a la segunda batallita publicada, la cosa “cantaba” que metía miedo… más falsa que una promesa en víspera de elecciones. Pero la justificación del título de este pestiño que se están tragando, en realidad, se refiere a la sensación de que algo se ha hecho mal desde la Arqueología y el Patrimonio. Resulta incomprensible que se pueda dar la misma credibilidad a esta película de serie B que a los resultados de las investigaciones que se han venido realizando desde hace décadas.

¿De verdad, existe interés?

Pensemos en el Museo Arqueológico de Tenerife, uno de los centros museísticos en su especialidad más importantes de España. ¿Cuántos de los fans de esta mujer han visitado sus salas y se han interesado por un discurso con el que se puede estar más o menos de acuerdo, pero que muestra lo esencial de nuestra cultura guanche? Y no vale decir que yo fui de chico, en aquella actividad omnipresente en 1º, 2º, 3º, 4º, 5º, etc, de EGB, cuando el colegio nos llevaba de visita al Museo “a ver las momias”.

¿Cuántos han leído alguno de los libros divulgativos sobre el mundo aborigen, editados por el Centro de la Cultura Popular?, ¿o las publicaciones de Antonio Tejera, de Rafael González Antón, de Carmina del Arco, de Juan Francisco Navarro, Jorge Pais, Alfredo Mederos y Gabriel Escribano, Bertila Galván, José Juan Jiménez, José Farrujia y toda una legión de investigadores que me van a perdonar por no citarlos?; ¿tantos artículos en revistas especializadas, como la del propio Museo, o Tabona o el Coloquio Hispano-Americano o la serie Investigaciones Arqueológicas, del Gobierno de Canarias, y otras muchas que se me quedan en el tintero?


Incluso sería interesante conocer cuántos visitantes ha recibido la exposición de grabados rupestres en el Espacio Cultural Cajacanarias de La Laguna, o la que tiene como motivo la mujer entre los guanches, que organiza el propio Museo Arqueológico; o la exposición de ArqueoArona, referida a la riqueza arqueológica de este municipio. Este tipo de eventos constituye un auténtico termómetro de ese interés del que hablamos. La triste realidad es que todo este despliegue de información no ha calado en nuestra gente. El grado de desconocimiento de la cultura aborigen es importante, o al menos eso es lo que se intuye. Textos muy densos, una jerga ininteligible, lenguaje para especialistas, mala difusión de las publicaciones y, quizá, falta de humildad para bajar a explicarle a los ciudadanos normales qué es lo que sabemos sobre los guanches.

La triste realidad es que todo este despliegue de información no ha calado en nuestra gente. El grado de desconocimiento de la cultura aborigen es importante, o al menos eso es lo que se intuye.

Tampoco tengo claro que exista un interés real. A veces da la impresión de que lo que resulta más atractivo es la parte más romántica, desconocida o mítica del guanche. Que si eran rubios y de ojos azules, que si momificaban como los egipcios, que si los vikingos, los atlantes o los de más allá estuvieron por aquí, que si no está claro de dónde y cómo vinieron…

Poco ayuda la falta de conocimiento que tenemos sobre esta cultura. De los guanches, de su sociedad, de su forma de organizarse y de su trayectoria histórica en la isla durante diez siglos sabemos muy poco, y eso a pesar del tiempo que estos temas se llevan estudiando. Pero éste será el objeto de una futura entrada. Como también lo será el análisis de los motivos por los que no existen yacimientos visitables en la isla, las dificultades para gestionar el Patrimonio Arqueológico y la sensación de desidia al respecto. Hace ya tiempo que se debería haber hecho un esfuerzo real para fomentar la difusión de este patrimonio. Y esta es una asignatura pendiente para la que no existe justificación. En cualquier caso, se trata de un tema muy interesante y debatido, que requiere necesariamente de un análisis monográfico.

La Atlántida de Platón

La Atlántida, otra de las leyendas que tanto daño ha hecho

Acabo. Creo que lo ocurrido con todo este enredo debería hacernos reflexionar sobre la charlatanería en lo que se refiere a nuestro pasado; sobre el esfuerzo que debe hacerse para que la información histórica y patrimonial rigurosa llegue a la gente, y para que el interés y la labor de conciencia acerca de este legado cultural cuaje de verdad en la población de las islas.

Y, de verdad, créanme… me gustaría tener que tragarme todo lo que he largado en estas líneas… cambiaría el bochorno que tendría que pasar y la obligación de pedir disculpas con la cabeza gacha con tal de que algo de esta historia fuera verdad; que existiera, al menos, un modesto yacimiento no expoliado. Pero me da que, esta vez, no va a ser.